jueves, 21 de agosto de 2008

Quino visitó el taller donde se hace el mural de Mafalda

La obra estará en el pasaje que une las estaciones Perú y Catedral, desde el mes de diciembre.
En la entrada al edificio de Metrovías, a Quino lo registran en una computadora como a cualquier otra visita. Recibe el pase de entrada, en él figuran nombre -Joaquín Salvador Lavado-, sus datos personales y el motivo por el cual está allí: la visita al taller de cerámica donde los artesanos dibujan, pintan, hornean y arman un enorme mural cerámico de la Mafalda, como le dice él. Un mural que irá en una estación de subte pero, según Quino, también "sería lindo para un baño".En la tira elegida, Mafalda compara la calma de su globo terráqueo con el calamitoso estado del mundo real. La obra se inauguraría en diciembre en el pasaje subterráneo que conecta las estaciones Perú y Catedral, justo debajo de la Plaza de Mayo. "En Italia cada tanto se junta el Club de Roma para hacer pronósticos para el planeta. Recuerdo que en el año 80 hicieron la predicción de varias ciudades y decían que en 2016, la Plaza de Mayo iba a estar bajo veinte centímetros de agua, algo que al paso que vamos no me extrañaría. El tema del mundo siempre está vigente, hoy los chicos también están preocupados por el cambio de climas, los bosques, todo eso", dice. A Quino se lo nota entusiasmado con el proyecto. Nada más entrar al pequeño taller donde trabaja el equipo de ceramistas, ve fragmentos del mural de quince metros de largo acomodados sobre la mesa y suelta un ¡qué lindo! Aunque los que están dibujados son su Mafalda y compañía, se despacha con una ráfaga de preguntas. ¿Cómo se hacen? ¿Cuánto mide? ¿Para cuándo va a estar hecho? ¿Ese es el horno? ¿Han hechos muchos antes?"Desde octubre sabía. Me pareció una idea muy linda, lo que no sabía es que ya habían hecho tanto, no había visto nada antes", cuenta Quino. Con este mural, Mafalda entrará a la Galería de Murales Históricos, esparcida por varias estaciones de subte de la Ciudad de Buenos Aires, en la que ya hay obras de pintores y dibujantes como Hermenegildo Sabat, Rogelio Polesello, Horacio Altuna, Luis Benedit o Florencio Molina Campos.En un rincón del taller, donde se acumulan recipientes con pigmentos en polvo y pequeñas botellas con químicos, la directora del equipo de ceramistas, Teodolina García Cabo, dice que -por una vez- fue un alivio trabajar en blanco y negro. Claro que las cerámicas en crudo muestran a Mafalda con el pelo gris y la cara entintada, en un rosa que parece un jarabe purgante. "Nos ha llevado un mes y medio, bastante menos que otros, pero siempre hay que hacer pruebas. Cuando pasan por el horno, todos los colores cambian. Acá, lo que más trabajo nos ha dado son las letras", explica. En medio de la visita, el dibujante cuenta que entre tantos viajes y compromisos, está "dibujando poquísimo y nada" últimamente. Claro que por una vez a Mafalda la dibujan otros. Uno de los ceramistas se anima a colorear a Mafalda frente a Quino, usando una suerte de gotero cargado con la sospechosa tinta rosa. "Me gusta mucho como ha quedado, y miren que es difícil que lo dibuje otro porque uno dice, 'eh, pero el zapato yo no lo dibujo así'". Poco después, a Quino le piden que firme la obra. Se lo piensa un poco y dice que no se anima. "Es otro tamaño, otro material", se justifica, y le delega a su mujer, Alicia Colombo, la decisión del lugar en que debería ir su firma. "Yo de gráfica no entiendo nada", insiste.La histórica tira de Quino comenzó a publicarse en 1964 y terminó casi diez años después. "Es lógico que la gente se identifique más, dentro de mi obra, con un personaje que tiene nombre, que se ha repetido. Después nunca quise armar otra tira con personajes, es una esclavitud muy grande. Por una parte te facilita la tarea saber ya qué ropa tienen, no tener que imaginar cada semana cómo es el personaje. Pero diez años dibujando lo mismo te cansa, es mucho más lindo la libertad, poder elegir un día hacer un dibujo a toda página y otra uno con veinte cuadritos".La visita al taller de Metrovías termina con Quino bastante satisfecho. Sin embargo, cuando le avisan que afuera espera el auto que lo va a llevar a un almuerzo, se le oye la primera exigencia del día. "¿Mejor, no podría ser un vagón de subte?"
Fuente: Clarín

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